Grandes sonrisas :)

viernes, 17 de febrero de 2012

Hora 13.

¡Dos horas! Sólo dos horas para llegar a las Vegas. Y aún no hemos conseguido liar a Amanda y a Lars, pero si hemos conseguido que pasen más tiempo juntos. Lo que hace que Omar y yo seamos cada día más amigos. Pero SÓLO más amigos.
Y es que al chico le falta un tornillo. Sólo piensa en fiesta, fiesta todo el día. Me ha contado tantas aventuras raras suyas que creo conocerle mejor que sus padres. No, no lo creo, ¡lo sé!
-Mira, un verano vine con mi primo-padrino aquí con él, a las Vegas. Así que te daré una vuelta por los bares más locos y más divertidos.
-Oh, que afortunada- digo riéndo. No se porque será, pero creo que este chico me devuelve la juventud que casi desperdicio casándome con Mario.
-Ya verás, será muy divertido- de repente me mira, sonríe y me coge de la mano. Y más increible aún, yo no la aparto. No se que tendrá, pero Omar me hace sentir libre, feliz... como una niña. En este momento siento que soy completamente feliz, que nadie podría romper el momento mágico, sólo estamos su sonrisa y la mía. Pero como los cuentos de hadas y princesas no existen, siempre tiene que haber alguien que le jode el cuento a Cenicienta. Un gran golpe a mi aisneto corta el momento. Yo doy un grito de dolor, y oigo una risita desde el asiento de atrás. Con mi peor cara de enfado, y una expresión entre divertida y asombrada de Omar, me doy la vuelta y fulmino con la mirada a un niño de unos nueve años que me mira sonriendo.
-¿Qué haces renacuajo?- digo sin mirar a la madre estirada y el padre que lleva al lado.
La madre pone cara de asombro y abraza por los brazos a su hijo.
-¿Disculpe? ¿Quiere usted algo?- pregunta la madre subiéndose las gafas.
-Si, que su hijo deje de dar por culo- y de repente, siento que esa que ha dicho eso no soy yo, que es una nueva Lucía, una Lucía más alocada. Si me oyese mi madre... pero mi madre no está aquí. Aquí estamos Amanda y yo, con Lars y Omar siendo felices y cumpliendo nuestro sueño: No perder nuestra juventud.
-¡Toma ya!- grita Omar.
-Impertinentes...- dice la madre, abriéndo mucho la boca, exagerando demasiado.
-Señora, ¡que estoy intentando vivir!- y entonces, me abrazo con Omar, y los dos gritamos en el avión de pura felecidad: ¡LAS VEEEGAS!
Sí, Omar tiene razón. Va a ser divertidísimo estar con él.
-Gracias- digo mirándole a los ojos. A sus preciosos ojos.
-¿Y eso? ¿Por qué?
-Por todo esto. Iba a echar mis veintitrés a perder, pero gracias a ti, va a ser el tiempo más alocado de mi vida.
-No pasa nada, será genial estar contigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario